Un joven y su madre se encontraban una calurosa tarde de verano sentados uno al lado del otro en el porche de su hogar. Ambos observaban al infinito como si algo fuese a llegar, aunque no era la intención de su día, solo era el sentimiento de aquel momento. El joven volteó la mirada a su madre, observando a aquella mujer que conocía tan a fondo, pero no por completo. Ella lo conocía a él perfectamente, no había nada que no supiera, pero aquella persona que lo ha visto cada día de su vida tenía algunos misterios de los que él no sabía y que tal vez no terminaría de conocer.
-Mamá, tú y yo nos conocemos mucho.
-Así es, al menos eso espero con todo el tiempo que pasamos juntos.
-Pero tú conoces más de mí que yo de ti, tú no solo conoces toda mi historia, sino que has estado en cada parte de ella.
-¿Qué te preocupa?
-Nuestro lazo se ha desarrollado a partir de que al menos uno de los dos conoce todo lo del otro y por eso hemos desarrollado este amor que sentimos, pero ¿qué sucede cuando nuestros caminos comiencen a separarse? ¿Iremos perdiendo esto que tenemos ahora?
La madre sonrió y volteó a ver a su hijo que tenía un rostro de preocupación máxima.
-Mijo, el amor que tenemos es uno incondicional, desde el momento en el que supe de tu existencia no tuve ni oportunidad de dudar si te adoraría porque ya lo hacía sin saberlo. Aunque nuestros caminos se separen yo voy a estar aquí en tu corazón y tu en el mío --Dijo la madre mientras colocaba una mano en el pecho del joven y una en el suyo --imagínate un hilo que nos tiene amarrados del corazón, ese mismo que hace que cuando tú estás dolido o en peligro yo lo sepa sin que me lo digas y para esos momentos no pediré que me lo expliques, yo estaré con los brazos abiertos esperándote para poder hacerte sentir en casa.
-Yo siempre me sentiré en casa cuando esté a tu lado.
-Entonces hemos cumplido los dos con nuestro destino mijo.
-Me encantaría que nos pudiéramos quedar en este momento, solo platicando como siempre lo hacemos, sintiendo este lazo convirtiéndose en uno cada vez más fuerte.
-Entonces no dejemos de platicar ni de llenarnos nuestro corazón de amor.
-Mamá...
-Si mijo.
-Creo que tú eres mi hogar porque tienes una habitación permanente en mi corazón.
-Y no voy a irme a ningún lado.
El joven respiró profundamente al escuchar estas palabras, tomó la mano de su madre y continuó viendo aquel paisaje que se encontraba frente a ellos, dejando la presión del tiempo de un lado y solo disfrutando aquel día en el que había decidido recordar lo valioso del vínculo que tenía con su madre.
Feliz día de las madres
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