Y todo cobró sentido, “como cuando me miraste”, sentencia Fermín a Cleo en “Roma”. Él se refiere al arte marcial en su vida, pero lo mismo sucede, precisamente, en “Roma”, el octavo filme de Alfonso Cuarón, qué, cuando se mira con el enfoque adecuado, revela verdades, presenta espejos y construye puentes. “Roma” ha estado en la conversación por meses y lo seguirá estando pues sus alcances, como los del agua que envuelve a Cleo en su catarsis, y que tienen un valor simbólico en la cinta, no tienen límites. Los siguientes son algunos.
En primera instancia están las diez nominaciones al Oscar. Es la primera vez que un filme mexicano consigue dicha distinción y la segunda en la historia en que un filme extranjero lo consigue; la otra película fue “El tigre y el dragón” de Ang Lee hace ya 19 años. Más allá de las nominaciones, está la confirmación de la voz mexicana en Hollywood, la industria más relevante para el séptimo arte. En la década que corre se han alzado con la estatuilla al Mejor Director, Alejandro González Iñárritu (“Birdman” en 2014, y “El renacido”, 2015), Guillermo del Toro (“La forma del agua”, 2017) y el propio Cuarón (“Gravedad”, 2013), quien además es el favorito en esta ocasión, y, desde luego, están otros mexicanos, quienes han ocupado lugares en distintas categorías (dirección de arte, fotografía, guion, entre otras). Por cierto, habrá que confirmarlo, pero es poco probable que en otra década directores de un mismo país que no sea EE. UU. reciban tantas victorias. En una época donde se habla de construir muros, que estas voces confirmen su lugar, pertinencia y relevancia, es por demás contundente para demostrar la inutilidad de siquiera considerar dichas barreras y más aún, la confirmación del poder del arte y las ideas.
“Roma” también ha roto barreras en términos de distribución y exhibición para un filme. Es la primera película de Netflix nominada en la categoría principal y también ha establecido que una cinta de autor puede aliarse con una plataforma para conservar su voz y hacerse de un público cautivo, razones que el propio Cuarón ha mencionado como claves para seleccionar dicho modelo. Y más aún, el que “Roma” estuviera principalmente destinada a verse en dispositivos hizo que más gente estuviera atenta y llenara las pocas salas donde fue exhibida. La poca oferta en ese formato aseguró la demanda. Desde luego, ayudó a la causa, el que a su paso por festivales tuviera respuesta positiva y, en ese sentido, también rompió la resistencia de Netflix a estrenar algunos de sus productos en el formato tradicional, entendiendo que hacerlo le abre puertas y que, cuando es bien utilizado, es la mejor estrategia de mercadotecnia. Como resultado, más directores estarán dispuestos a considerar y acordar sus proyectos con Netflix u otras plataformas y éstas también lo harán con el brindarles, en cierto grado, una corrida en salas, evitándoles así el ser descartadas de festivales y reconocimientos internacionales. Es curioso y puede parecer mínimo, pero es un detalle que ayuda, confirma e integra a las plataformas a la industria fílmica con todas las reglas del juego.
Por otra parte, “Roma” también es relevante por su representación, a un nivel internacional, de la comunidad hispánica y, en particular, del indígena mexicano y, sobre todo, de la mujer mexicana. Cleo se alza como una protagonista de gran fuerza, carácter, aplomo y contundencia. Su intérprete, Yalitza Aparicio, se ha convertido en parteaguas para el canon de belleza internacional al aparecer en portadas de revistas como Vogue y Vanity Fair, amén de darle proyección a rasgos y características poco mostrados en dichos espacios. A su manera le da voz y proyecta a las actrices mexicanas y latinoamericanas y demuestra que al final únicamente es el talento el que tiene voz y contundencia. Su nominación como Mejor Actriz al Oscar ha destacado suspicacias por parte de aquellos que critican su nula formación artística o trayectoria, pero la Academia reconoce su labor a cuadro, no sus estudios o sus trabajos previos; hay otro tipo de reconocimientos para dichos méritos. También su permanencia en la industria es tema de otra discusión. Antes de Yalitza Aparicio sólo Salma Hayek había sido nominada como Mejor Actriz por “Frida”, filme que produjo, por lo que Yalitza es también la primera mexicana en ser nominada por un filme mexicano. La nominación de Aparicio confirma el gran peso y la gran labor que realiza un director. Por una parte, está el ojo clínico de Cuarón para detectar que Yalitza era Cleo, y, por otra, y más contundente, dados los antecedentes mencionados, su labor para dirigirla. Yalitza es Cleo gracias a Cuarón.
Vale la pena ahondar un poco más en la relevancia de “Roma” como medio para demostrar la valía y relevancia de las mujeres en todos los ámbitos. Además de Yalitza Aparicio, Marina de Tavira está nominada en la categoría de reparto, siendo la cuarta mexicana en conseguir el mérito, tras Katy Jurado (“Broken Lance”, 1954), Adriana Barreza (“Babel”, 2006) y Lupita Nyong’o (“12 años esclavo”, 2013) y la primera en hacerlo, de nuevo, por un filme mexicano. Pero más allá de los rubros de actuación, Gabriela Rodríguez, productora del filme, es la primera mujer hispana en ser nominada por su labor en la categoría principal. Es un mérito sustancial pues únicamente 102 mujeres han sido nominadas. Y en aras de la igualdad, vale la pena mencionar que por “Roma” también están nominados: Alfonso Cuarón, desde luego, como productor, director, fotógrafo (es el primer director en ser nominado por la cinematografía de su propia cinta) y guionista, en la terna de obra original; Eugenio Caballero y Bárbara Enríquez por dirección de arte; y José Antonio García por mezcla de sonido. Por ende, “Roma” es la película mexicana con más nominaciones en los premios de la Academia (las 10 mencionadas) y la primera en ser nominada tanto como película extranjera como mejor película, rompiendo con esta última mención con las fronteras que las propias categorías establecen. A ello, agréguenle que ha cosechado, al cierre de edición, 131 galardones y otras 139 nominaciones en diversos festivales y entregas de reconocimientos.
Y si “Roma” rompe barreras para las mujeres también lo hace para los hombres. El desnudo frontal y completo que aparece en la cinta corre a cuenta de Fermín, interpretado por Jorge Antonio Guerrero. Que así suceda, que así se haya decidido, y, más aún, que no haya sido centro de conversaciones, habla de equidad. En el arte el desnudo es un vehículo, una herramienta, no un fin.
“Roma” es un filme de sutilezas, de detalles… donde los silencios hablan y expresan verdades. Ello le ha ocasionado críticas y cuestionamientos pues es una película donde “no pasa nada” o donde “veo lo que pasa en mi casa”, pero ése también es uno de sus triunfos, hacer que se voltee a ver lo que de otra manera es ignorado. Que se comprenda o no es otra historia, al menos es visto. Los que se encuentran en “Roma”, de una u otra forma, conectan con sus significados, con sus exploraciones, críticas y simbolismos. En cualquiera de los casos, y esa es la belleza del arte, “Roma” causa reacciones, deja semillas y, por eso, cuando se le mira, como a Fermín, algo, consciente o inconscientemente cobra sentido. Qué más se puede pedir al visitar, en el universo fílmico a esa colonia, la que ahora se puede referir sencillamente así, sin artículo, como “Roma”.
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